Publicado el jueves 25 de octubre en www.criticateatral.com.ar
por Mónica Berman.
La dificultad de establecer límites
Interesante propuesta de Ezequiel de Almeida
Empecemos por algún lado, claro, si es que se puede. De los juegos de rol, apenas si había escuchado hablar, así que ni soñar con entender, ¿un porro? ni siquiera un cigarrillo común, militante en contra y además, abstemia.
Ahora sí, lo puedo decir, sin ninguna clase de lugar de identificación, Madre o Selva es una propuesta preciosa igual.
Porque la puesta de Ezequiel de Almeida no se queda en el simple nivel del argumento, si fuera así podría resumirse en dos renglones o en varias páginas, lo que ya es un problema, es decir, si doy cuenta del relato, de la serie de acciones puedo decir “Juegan” pero si desarrollo el juego, si me decido a dar cuenta del discurso, ahí te quiero ver.
Al principio parece que te están tomando el pelo, pero cuando se sintoniza el registro la cuestión cambia de manera notable.
Uno podría decir qué cosas no hay que ver en Madre o Selva, por ejemplo, está prohibido decir “Mirá pobrecitos la vida que llevan estos chicos, son unos perdidos” e inmediatamente después “Y con el padre que tienen ¿qué querés?” También debería eludirse cualquier comentario en relación con los procesos represivos del inconsciente, matar al padre o equivalente.
Porque es madre o selva, “madreselva” no me sirve. La búsqueda de un juego con reglas precisas, pero el otro actúa y las reglas se desestabilizan.
La primera impresión es que la puesta es desprolija, como si tuviera las piezas sueltas o mal encastradas, a medida que avanza uno entiende (no que las piezas van a armar un precioso rompecabezas figurativo) que no va a haber ninguna totalidad a construir (no hay ni un pasado completo, hoy fragmentado, ni un futuro con vistas a armarse). Es así. Punto.
Uno de los lugares donde puede encontrarse una ¿clave? es en relación con la actuación. Porque actúan de manera doble, como personas del mundo y como participantes de los juegos de rol y allí es necesario marcar las diferencias. ¿Cómo construir en un mismo universo dos personajes con límites poco precisos? ¿En qué momento dejás de ser del mundo ¿real? para ser personaje de un juego? ¿Cuál es la diferencia entre un personaje de “relleno” visible o invisible desde el que interactúa con él (Wally o el cantinero)?
Los datos temáticos (el rol, la droga, la conectividad obsesiva) probablemente no sean otra cosa que el lugar de anclaje de una cuestión que atraviesa todo nuestro universo pero que allí se intensifica, la dificultad de establecer límites entre ¿qué? ¿qué nombre ponerle? ¿madre o selva? ¿real- irreal? ¿será un par de opuestos? Parece que no.
Mónica Berman
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